jueves, mayo 22

# 131 Lo primero es lo primero.

Al que le parezca largo... que se vaya a cagar !

La Nación, Jueves 22 de mayo de 2008

¿Cómo medir el progreso de los países y del planeta? Una vía indicada y con amplio consenso es preguntarse cómo tratan a las madres y a los niños. El Informe Unicef 2008 dedicado a los niños del mundo y el que termina de publicar la prestigiosa institución Save the Children sobre las madres muestra un panorama inquietante.

La primera prioridad es ofrecer la asistencia adecuada durante el embarazo y el parto a la madre y darle los cuidados necesarios al bebe. Ambos son altamente vulnerables en esta etapa. La situación de la madre y la del bebe están muy ligadas. Si la madre tiene problemas de salud, repercutirán de inmediato en el bebe.

Los países avanzados toman todos los cuidados al respecto. En ellos sólo perece una madre cada 14.285 nacimientos. En el mundo en desarrollo mueren 500.000 madres por año, una cada minuto. Una razón central es la falta de asistencia médica. La Organización Mundial de la Salud recomienda un médico cada mil personas. Ningún país del Africa subsahariana y del sur de Asia llega a este número. En Malawi, Níger y Tanzania hay un médico cada 50.000 personas. Todos los partos en Suecia, Noruega y Finlandia son atendidos por especialistas. En Níger eso sólo sucede con uno de cada tres. En América latina, la labor de instituciones ejemplares como la Organización Panamericana de la Salud (OPS) ha logrado progresos enormes. Pero es muchísimo lo que hay por hacer. Mueren 22.000 madres anualmente.

El cuidado de los niños pequeños debería ser un tema central reflejado en las políticas y en los presupuestos. Aun con mejoras, las cifras son muy preocupantes. Cada año mueren 9,7 millones de niños en el mundo antes de cumplir los cinco años, 26.000 por día, tres por segundo, en su gran mayoría por causas prevenibles. Un tercio de las muertes son de niños que perecen durante el primer mes de vida en su casa sin haber tenido acceso a servicios elementales de salud que podrían haberles salvado la vida. Se estima que las muertes anuales de niños equivalen a las víctimas que causaría un tsunami cada 40 días, con las diferencias de que todas ellas son de niños desfavorecidos.

El 50% de las muertes son causadas por la desnutrición de la madre y del niño. Al bajar la desnutrición se reducirían fuertemente las muertes por enfermedades tratables con facilidad, como la diarrea o la neumonía. Asimismo, inciden fuertemente en la diarrea factores tan primarios como la falta de agua potable y de instalaciones sanitarias adecuadas, y las malas prácticas higiénicas. La neumonía mata a más de tres millones de niños menores de cinco años por año. Los antibióticos que se necesitan para tratarla cuestan menos de 30 centavos de dólar. No hay justificativo posible para que no se encuentre cómo proporcionarlos. La elevación de los precios mundiales de los alimentos básicos puede agravar los problemas. Se estima que puede llevar a la pobreza extrema a más de 200 millones más de personas.

América latina muestra un cuadro paradójico. Está produciendo alimentos para tres veces su población actual. Sin embargo, el 25% de las madres que dan a luz sufren de desnutrición, del 42 al 57% de las muertes de niños son causadas por ella, y el 16% de los niños tienen desnutrición crónica. La pronunciada desigualdad de la región tiene un papel clave, como lo ha subrayado la OPS en sus rigurosos trabajos sobre la iniquidad en salud. La Cepal estima que los países con situaciones alimentarias más difíciles podrían reducir la población con hambre a la mitad si redujeran moderadamente las desigualdades de acceso a alimentos.

Un tema alimentario clave es la lactancia materna. Unicef sostiene que es la mejor fuente de nutrición para un niño y que fortalece su sistema inmunológico. Según informa The New York Times , investigaciones recientes muestran que cuando los niños no son amamantados aumentan los riesgos de infección en los oídos, enfermedades respiratorias, obesidad, diabetes y hasta cáncer. El 60% de los niños del mundo en desarrollo no recibe lactancia materna durante el período mínimo deseable.

Cuando se suman algunas de estas cifras, las contradicciones pueden resultar casi insoportables. Save the Children muestra que las mujeres suecas tienen educación formal durante más de 17 años y una esperanza de vida de 83 años, y que sólo una de cada 185 pierde un hijo antes de que cumpla un año. En cambio, las mujeres de Níger tienen tres años de educación, sólo una de cada diez sabe leer y su esperanza de vida es de 45 años. El 25% de los niños muere antes de cumplir un año. Cada mujer en Níger verá morir un hijo y el 90% de ellas pueden perder hasta dos hijos en su vida.

No hay muchos justificativos para el pésimo trato que un planeta desbordante en riquezas y tecnologías está dando a gran parte de las madres y de los niños. Con 20 dólares, se puede asegurar a un niño recién nacido, como lo hacen los noruegos, toda la batería de vacunas básicas que necesitará en su vida. Con cinco dólares, se puede proporcionar una red contra los mosquitos y reducir radicalmente los dos millones de muertes anuales por malaria. Con sólo 33 centavos de dólares, se puede vacunar contra el sarampión. Esa enfermedad está matando a 240.000 niños por año en 47 países en los que tiene alta incidencia, porque un tercio de los menores de cinco años no están vacunados.

Bastarían proporciones ínfimas del producto bruto de los países más ricos para dar posibilidades de vida a muchas víctimas inocentes. La gran mayoría de sus habitantes, según las encuestas, están, además, dispuestos a aportarlas. Sin embargo, la ayuda internacional se redujo en 2006 y en 2007.

La Argentina, Uruguay y Chile, entre otros, han hecho progresos que muestran que es posible modificar estas realidades éticamente inadmisibles.

Un modesto país latinoamericano, Costa Rica, sigue mostrando caminos. Tiene una reducida tasa de mortalidad materna, y la está bajando cada vez más. En 2007, la redujo a la mitad respecto de 2006. Llegó a 1,9 cada diez mil nacimientos (cinco veces menos que la tasa promedio latinoamericana). El director del programa de asistencia señala que es el trabajo persistente de años. Allí los niños y las madres son parte central del gran proyecto nacional. Allí, como debería serlo en todo el planeta, ellos son la prioridad real.

Por Bernardo Kliksberg

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