martes, agosto 15

# 29

Second chance –quince-

“Cuanto tiempo guardas un secreto?”
Las Pelotas.

¿ Una copa de champagne, señor ?

El mozo, mitad inocente mitad pelotudo, interrumpe y hace añicos el momento.
En ese instante una elegante señora le da un efusivo abrazo a Carla mientras no deja de parlotear sobre los cuadros, la muestra, la gente, la hijita de fulanita que…
Carla sonríe mientras no para de asentir y, pese a que la distancia aumenta, no deja de mirar a Jaime con un brillo muy especial en sus ojos.
Se suma una señora mas con un sombrero increíble y ya no la puede ver.
Guido se acerca y le dice a Jaime que a esa hora caen los famosos, los artistas y los empresarios. Esa es la hora.
Entre las caras nuevas se destaca Levy, poderoso empresario textil. El tipo es relativamente joven, muy rico, y es uno de los pocos hombres poderosos del país con fama de muy buen tipo, ropa informal y una sonrisa genuina y brillante como pocas.
Ahora Guido adopta una actitud de confidente y verdugo al mismo tiempo mientras lo mira directo a los ojos y le dice: El pater familiae.

Jaime no acusa el impacto. Hoy no le importa. ¿ Cómo detener una ola gigante ? Todo lo que se interponga será destruido por una fuerza arrolladora imposible de dimensionar.

Piensa.
La mira mientras saluda al padre de sus hijos, sin disimulo.
Sonríe.
Se nota que está ordenando sus pensamientos.
Llama a su mujer y le dice una mentira creíble, una preocupación menos.

Mira pausadamente a su alrededor mientras disfruta del bullicio bucólico y discreto típico de una galería de arte, mas ruido no sería adecuado ni digno.
Llama a un mozo –otro-, le da un billete de cien y cuchichean dos segundos, primero se niega y al recibir un segundo billete, se retira apurado.
Vuelve con una botella de champagne helada –sin abrir- y dos copas, Jaime agarra todo con la mano derecha y busca a Carla con la mirada.
Levy está hablando de negocios con el número dos de un importante medio, serios.
Carla está de nuevo con María, junto a la puerta escuchando sin chistar un sermón con cero convicción.
Jaime lo mira al mozo y le hace una seña.
Al segundo se corta la luz y en la oscuridad todo es confusión, las voces aumentan y se escucha la voz de Guido pidiendo silencio.
Al volver la luz todo se aquieta y vuelve a la normalidad.
Jaime no está.
Carla tampoco.
Guido sale a la puerta del museo pero con la lluvia y el viento no se puede ver nada. Hacia el oeste cree ver algo, pero con la borrasca no puede distinguir si es una persona o dos.